Llegó el día, adiós a mi primer trabajo en Madrid después de un año. Por un lado y como ya comenté en mi entrada anterior, tenía la esperanza de que me renovaran, sobre todo por el esfuerzo, la valía, el aguante y paciencia que he demostrado durante un año con muy pocos descansos y muchos cambios. Pensé que lo tendrían en cuenta, ¡pero no!qué ingenua.
Me tranquilizaba la idea de tener un sueldo y aunque el trabajo no era el mejor del mundo me había acabado acostumbrando a él.
Quizá haya sido mejor así, haberme habituado a un trabajo que no me estaba aportando nada no era lo que había venido hacer a Madrid y puede que ahora pueda darme la oportunidad de dar un giro a mi vida y aprovechar mi paso por la capital como es debido.
Llevo intentándolo un tiempo pero nunca encontraba el momento. Ahora que he tenido la oportunidad de descansar unos días el cuerpo y la mente, me siento con ánimos para echar a andar por un nuevo camino por el que espero encontrar muchas puertas abiertas, sé que en los tiempos que corren eso es mucho pedir, pero como se suele decir, de ilusiones se vive.
De momento aprovecho el tiempo con dos de las cosas que más me motivan: la fotografía y la restauración de muebles. Son dos aficiones que me mantienen ocupada pero con la mente despejada, y además me permiten conocer un poco más a la gente que vive en Lavapiés.
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